arboleda

Ha llegado el otoño y este año, con la sequía que hay, hemos decidido que ni intentamos lo de salir a buscar setas, al menos en la Comunidad de Madrid. Así que, pensando dónde podíamos pasar el día, nuestras investigaciones nos llevaron a los abedules del Puerto de Canencia.

Amaneció muy nublado en la sierra de Madrid y así continuó durante todo el día, así que las nubes actuaron como un filtro que resaltó el amarillo intenso de los abedules y la majestuosidad del pino del valsaín.

troncos

Nuestra ruta comienza en el área recreativa del Puerto de Canencia que tiene una altura de 1524 m. Está dentro de lo que llaman la senda ecológica de Canencia. Si queréis ver la ruta oficial publicada por la Sierra Norte os la dejo aquí. Nosotros no seguimos la ruta al completo, de hecho ni la llevábamos encima para consultarla. Lo que sí seguimos es a nuestro instinto montañero que suele ser el de “a ver este camino a dónde nos lleva”.

Inscripción

Aparcamos el coche en el área recreativa, pero si está lleno también se puede dejar en los laterales de la carretera, hay espacio para ello.

Camino

Cruzando la carretera, subes un poco y te incorporas a un camino que asciende hacia la derecha. Es bastante ancho y está muy bien cuidado así que es un buen sitio para ir a pasear con los más pequeños y disfrutar del día en familia.

A los pocos metros, a nuestra derecha, en un claro entre los pinos podemos ver un chozo pastoril, antiguo refugio de pastores.

caseta

Senda

Seguimos por nuestro camino que asciende lentamente hasta llegar a un albergue. Si lo rodeamos, por la parte de atrás del albergue podemos disfrutar de unas impresionantes vistas al Valle del Lozoya.

Mirador

Junto al albergue hay un merendero techado por si queremos hacer una paradita a tomar algo y es muy probable que nos veamos acompañados de alguna que otra vaca que pasta a sus anchas por los alrededores.

Albergue

Albergue

Justo antes de llegar al albergue se bifurcan los caminos. Nosotros cogimos el de la derecha, que sale por detrás del albergue, junto a un monolito de piedra.

Hito

A partir de este punto el camino cambia y, aunque sigue siendo fácil de transitar, ya no es tan ancho y liso. Es un camino pedregoso que se adentra en un bosque de pinos y que empieza a descender suavemente.

Nada más adentrarnos en el bosque se pueden ver los primeros abedules, fáciles de reconocer en esta época del año pues sus hojas se vuelven de un color amarillo intenso que reluce dentro de la oscuridad del bosque.

Bosque

Siguiendo por esta senda llegamos a la Chorrera de Mojonavalle, una cascada de poco más de 1.500 metros pero que con la sequía de este año no trae apenas agua. Así que volveremos en primavera para verla en todo su esplendor. En este punto hay un mirador con una barandilla de madera para poder contemplar con seguridad el salto del agua.

Mojonavalle

Hasta aquí, curiosamente, hemos seguido la ruta oficial. Es en este punto donde el camino gira y desciende a los abedules. Pero nosotros, que hemos visto otro camino al frente, hemos decidido cruzar la chorrera y ascender por un pequeño sendero “a ver a dónde nos lleva”.

El sendero se incorpora a otro más ancho que empieza a llanear y que, una vez más es muy cómodo de transitar. Atravesamos un bosque de pinos desde el que podemos ver abedules al fondo, un espectacular lienzo otoñal. A los pocos minutos llegamos al final de nuestra ruta, un arroyo que desciende abriéndose camino entre una alfombra de hojas amarillas. No hemos llegado al bosque amarillo que el resto de los caminantes ha visto pero sin duda este es un rinconcito del abedular digno de ser contemplado.

Abedules Abedules Abedules Abedules

Esteban Benito

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